jueves, 20 de septiembre de 2012

Conversación con Federico Galende en la Fundació Tàpies.     Fecha: 28 de setiembre Lugar: Fundació Antoni Tàpies, Aragó 255, 08007 Barcelona Hora: 18 h    

Enlazando con la centralidad que las políticas de la memoria y el archivo como lugar de conflicto vienen teniendo en la producción de saberes y estéticas de las últimas décadas, Equipo re propone un diálogo abierto con el térico Federico Galende en el marco de la plataforma de la Fundació Tàpies Arts combinatòries, a partir de, por un lado, su producción crítica en torno al legado de Walter Benjamin, y por otro, la obra reciente de la artista chilena Voluspa Jarpa (quien no estará presente), cuya práctica es una interrogación de la Historia y sus representaciones. La relación entre Equipo re y Federico Galende se remonta a su participación a primeros de este año en el extenso proyecto de investigación y programa público de actividades Políticas del cuerpo* y continúa hasta el presente.

Federico Galende es profesor de la Universidad de Chile, Licenciado en Ciencia Política y RRII, Facultad de Ciencia Política, Universidad Nacional de Rosario – UNR (1990) y doctor en Filosofía y Estética, Facultad de Arte de la Universidad de Chile (2008). Ha publicado libros como la serie Filtraciones. Conversaciones sobre arte en Chile I, II y III (2007-2011), Walter Benjamin y la destrucción (2009), y La Oreja de los Nombres. Lugares de la melancolía en el pensamiento de occidente (2005).


El trabajo de Voluspa Jarpa (Rancagua, Chile, 1971) supone una interrogación sobre la historia y sus representaciones. Ha participado en las ultimas ediciones de la Bienal de Estambul y Mercosur y fue ganadora del V Premio Illy Sustain Art por su proyecto “Minimal Secret” en la sección SOLO PROJECTS: Focus Latinoamérica de ARCOmadrid 2012. Este diálogo con Federico Galende en torno a la práctica de Jarpa busca dar inicio a una nueva línea de trabajo de Equipo re con la artista.

*Por otra parte, Equipo re ha sido recientemente seleccionado para el Programa de Residencias de investigación 2012-13 del Museo Reina Sofía por su propuesta de investigación en torno a las prácticas estéticas que caracterizaron las políticas del Sida. El Museo acaba de publicar avances de los cinco proyectos seleccionados.

miércoles, 8 de agosto de 2012

De Clases y Clases sociales

TEXTO ESCRITO POR MARTIN HERNADEZ VASQUEZ. EX DIRIGENTE DEL MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIO
El estudio de la historia es un estudio siempre renovado, no sólo porque siempre es posible aportar nuevos antecedentes sino, fundamentalmente, porque los acontecimientos contemporáneos proporcionan al historiador motivos de reflexión y elementos de comparación que le permiten reinterpretar de un modo más certero los acontecimientos pasados. Las grandes transformaciones sociales de los siglos XVII y XVIII, que se expresaron principal aunque no únicamente en las revoluciones burguesas de Inglaterra y Francia, dieron la pista a algunos historiadores para comenzar a comprender el papel de la lucha de clases como elemento dinámico de la historia. La palabra "clase" tiene su origen en las fórmulas jurídicas de la Edad Media y es utilizada para designar los diferentes tipos de representación política, o sea la diferente "calidad" política. de la nobleza y la naciente burguesía. Al desarrollarse las confrontaciones políticas en el seno del antiguo régimen y al plantearse la burguesía la lucha por el poder del Estado, queda de manifiesto que lo que aparecía como diferencia política es una diferencia social, que el enfrentamiento real que motivaba las confrontaciones políticas era el que oponía a grupos de individuos que tenían intereses económicos contrapuestos. Carlos Marx y Federico Engels retoman y profundizan esta concepción, llegando a la conclusión que, después de la disolución de la comunidad primitiva, la fuerza motriz del cambio social no es otra que la lucha entre clases sociales contrapuestas. A esta conclusión se llega sólo si se estudia la sociedad de un modo científico, sobrepasando los lugares comunes, investigando la conexión interna de los fenómenos sociales[1]. Para ello se requiere estudiar las fuerzas motrices que están detrás de las motivaciones de las grandes masas que en su movimiento hacen la historia. En los años de su formación Marx y Engels son testigos y partícipes de las luchas interburguesas y de los primeros combates autónomos del proletariado; esta experiencia ratifica la evidencia histórica que los motivos de los conflictos políticos hay que buscarlos en el choque de intereses entre las clases y que esa lucha de clases es la fuerza propulsora de la historia. Esta constatación que la historia de la sociedad, después de la disolución de la comunidad primitiva, está motivada por las luchas de clases, abre el Manifiesto y proporciona una guía para la comprensión de los fenómenos sociales: §1.- La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. §2.- Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna. Aquí no hay una definición de lo que es una clase social, sino una descripción de la lucha que esas clases entablan; y esto no es ni un error ni una falta. Es la lucha por el poder del Estado la que pone de manifiesto que tras los enfrentamientos políticos se encubren los intereses materiales, económicos, contrapuestos de las clases. Es en los momentos más álgidos de esa lucha, en los periodos de desarrollo rápido de la historia, cuando los enfrentamientos políticos demarcan con la mayor nitidez la estructura social que está a la base de la sociedad. Por ejemplo, en Chile la izquierda discutió por décadas si existía o no existía una burguesía nacional con intereses opuestos a los intereses del imperialismo y del gran capital. El gobierno de la Unidad Popular se sustentó en la creencia de que esa burguesía progresista existía y que era posible ganarla para una alianza con los sectores populares; y aunque el gobierno hizo todo lo posible por traerla a su lado, limitando para ello las movilizaciones y la unidad del pueblo, la situación de aguda confrontación política mostró la unidad de clase del conjunto de la burguesía tras el proyecto golpista. Por eso mismo, la determinación de las clases que existen en una sociedad concreta sólo es posible a partir del análisis de las luchas que tales clases entablan, a partir de la participación en esas luchas políticas y sociales y el estudio de sus resultados. Es en el curso de esas luchas que las clases que configuran una sociedad van adquiriendo identidad; es a través de las luchas que las clases se constituyen como tales. Dicho de otro modo, en tanto cada clase no constituye un todo homogéneo sólo la práctica de la lucha de clases permite advertir la existencia de un enemigo común, superar las fragmentaciones internas y traer al primer plano las contradicciones fundamentales entre clases contrapuestas: "Los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase, pues de otro modo ellos mismos se enfrentan unos con otros, hostilmente, en el plano de la competencia."[2] Sólo una vez que hemos descubierto, en la práctica misma de la lucha de clases, cuáles son las clases sociales características de una sociedad concreta podemos abordar el estudio de las relaciones de producción que configuran la base económica de la sociedad. Ese es el camino que siguen Marx y Engels: su participación en las luchas de clases de su época les muestra que el enfrentamiento fundamental es el enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado y es por eso que en el Manifiesto no existe una definición de lo que esas clases son sino más bien una descripción de la lucha que estas clases entablan. Por lo mismo no podemos engañarnos respecto al carácter de la nota a pie de página que Engels agrega 40 años después, en la edición inglesa de 1888 del Manifiesto, y donde entrega una definición de burguesía y proletariado: "Por burguesía se entiende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se entiende a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir." Esta definición no es un punto de partida en el estudio de la sociedad capitalista, sino más bien un resultado de ese estudio. El punto de partida real de Marx y Engels es la lucha de clases misma, el proceso histórico real. Y si a veces nos olvidamos de esto y tratamos de explicar la realidad a partir de conceptos abstractos no se debe a otra cosa que al peso de una laga tradición de "marxismo" fosilizado en manuales y convertido en fórmulas escolásticas. Por otra parte, si el punto de partida estuviera en conceptos abstractos tendríamos que comenzar, como hacen los "manuales", por el concepto de relaciones de producción, diferenciando luego a las "clases" de acuerdo con la relación que guardan con los medios de producción. Por ese procedimiento caeríamos rápidamente en la necesidad de una clasificación dicotómica, encontrando que hay siempre dos clases antagónicas (esclavistas y esclavos, señores feudales y siervos, burgueses y proletarios). Sin embargo, Marx y Engels al estudiar los procesos históricos encuentran que sólo recién en el capitalismo se han simplificado las contradicciones de clase mientras que las épocas históricas anteriores la lucha de clases enfrentaba a una diversidad de condiciones sociales: §3.- En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales. Si queremos aplicar el mismo método a cualquier sociedad concreta tenemos, entonces, que estudiarla especialmente en sus momentos de mayor confrontación social, pues allí es donde va quedando de relieve la estructura de clases. Para seguir con el ejemplo chileno. El periodo de agudización extrema de la lucha de clases entre 1969 y 1973 no sólo puso de relieve la unidad de intereses de las diversas fracciones burguesas nacionales y de ellas con el capital extranjero (unidad de intereses que ya había quedado demostrada en el anterior periodo de agudización de la lucha de clases entre 1920 y 1924). También puso de relieve el proceso de diferenciación social en las capas medias propietarias y no propietarias. En efecto, grandes grupos de la pequeña burguesía propietaria del campo (especial pero no únicamente el campesinado mapuche) y de la ciudad (artesanos, pequeños comerciantes, etc.) encontraron en la alianza con la clase obrera el camino que mejor convenía a sus intereses de propietarios pobres que debían vender temporal u ocasionalmente su fuerza de trabajo para complementar sus ingresos (eran "semiproletarios") o que ni siquiera encontraban condiciones propicias para la venta de su fuerza de trabajo (eran "subproletarios"). Lo mismo ocurrió con una importante fracción de la pequeña burguesía asalariada urbana, a la que los procesos de transformación de la sociedad y el estado desde los años cincuenta habían arrojado a niveles de vida similares a los de la clase obrera al tiempo que su trabajo se organizaba de manera cada vez más parecida a la fábrica. Si alguien tenía como guía de análisis de la sociedad los conceptos abstractos de burguesía y proletariado, y quería caracterizar el rol de estas capas medias, lo más probable es que terminara considerándolas "aliados" de la clase obrera y desarrollara una larga discusión acerca de la confianza que podía depositarse en tales "aliados" y acerca de los recortes que había que hacerle al programa de gobierno para conquistarlos.En cambio si se tenía como guía de análisis lo que estaba ocurriendo en la sociedad real, los procesos reales de luchas de clases, rápidamente aparecía la necesidad de comprender las causas del comportamiento práctico de "los pobres del campo y la ciudad" que ocupan terrenos urbanos para levantar sus viviendas, corrían cercos para recuperar sus tierras y ocupaban fundos para que la reforma agraria beneficiara no sólo a los obreros permanentes del predio. Al analizar este fenómeno, aparece su peculiar relación con los medios de producción que los ha convertido en fracciones del proletariado aunque no estén por completo desposeídos de medios de producción. [1] "entiendo por economía política clásica toda la economía que, desde William Petty, ha investigado la conexión interna de las relaciones de producción burguesas, por oposición a la economía vulgar, que no hace más que deambular estérilmente en torno de la conexión aparente, preocupándose sólo de ofrecer una explicación obvia de los fenómenos que podríamos llamar más bastos y rumiando una y otra vez, para el uso doméstico de la burguesía, el material suministrado hace ya tiempo por la economía científica." Carlos Marx, El Capital, tomo I, Cap. 1 [2] Marx-Engels, La Ideología Alemana, Ed. Pueblos Unidos, Uruguay, pág. 58

miércoles, 29 de febrero de 2012

"Toda lucha que apunte a superar la segregación en el mundo es nuestra lucha"



Toda lucha que apunte a superar la segregación en el mundo es nuestra lucha; toda lucha que busque justicia para los trabajadores, para las mujeres, para los excluidos, para los niños a los que el sistema les cierra la puerta en la cara clausurando su futuro, es nuestra lucha.

Toda lucha por la humanidad y contra la inquina, es nuestra lucha. Toda construcción y todos los métodos que se opongan a esta dictadura del capital y levanten un mundo posible diferente al del lucro desatado y los patrones inmunes, es nuestra lucha y nuestro mundo en construcción.

Nos resulta imposible no solidarizar activamente con quienes están poniendo el cuerpo y la voz a ese Chile que se quiere más igual, más justo, más democrático.

Ayer, hoy y mañana, la lucha inagotable del pueblo mapuche; ayer, hoy y mañana la educación pública, gratuita y de calidad para nuestros hijos, para los hijos de los trabajadores que hacen el mundo y sus sentidos; ayer, hoy y mañana Aysén, Magallanes, la justa pelea de las regiones contra un gobierno centralista y sordo, represivo y falaz. La Patagonia y su herencia verde, Calama y su herida de siempre, la salud de nuestros hermanos, la dignidad en el descanso de nuestros padres y abuelos tras años de trabajo, el respeto del Estado por los ciudadanos cuando caen en desagracia, la equidad para distribuir una abundancia que no sólo pertenece a la clase dominante.

Nuestra voz es una más. Quizás se escucha poco, quizás el neoliberalismo y su lógica mercantil nos ha convertido en un margen más. Quizás lo ha intentado. Pero haremos lo posible porque no lo logre.

Nosotros, escritores, novelistas, dramaturgos, poetas, ensayistas, académicos, historiadores, ilustradores, comiqueros; nosotros, obreros intelectuales y artistas, que también construimos y somos parte de una clase, que elegimos ser parte de esa clase que construye, que vivifica y levanta como cualquier trabajador esta patria que son los hombres, mujeres y niños de Chile, también estamos cansados.

Cansados de la represión contra el movimiento social y su criminalización; cansados de la complicidad de los medios de comunicación masivos, todos en manos del mismo dios perverso del dinero y el lucro; cansados de una elite que se revuelca en un discurso vacío para seguir siendo opción cada cuatro años en elecciones bajo un sistema que será siempre un simulacro mientras no considere a las mayorías postergadas, su voz, su mirada, su decisión, expresada con creces en 2011 y que se hará cada vez más fuerte este año, que será, no lo dudamos, un año de batallas por otro mundo posible y necesario.

Los trabajadores intelectuales abajo firmantes, los artistas abajo firmantes, queremos decir que no nos gusta como se ha ido construyendo este país. No nos gusta que las leyes se definan en las oficinas de los grupos económicos, no nos gustan las políticas de licitación de la cultura disfrazadas de fondos concursables, no nos gusta una democracia de mierda donde no tenemos nada mejor que hacer que alimentar las granjerías de una clase que ya no tiene nada que aportar, porque es una casta de cadáveres, fantasmas sin vida, sin amor, sin visión y sin ternura.

Lo que queremos es una democracia real, donde la voz del ciudadano se escuche y se respete. Donde el poder emane de las decisiones y sueños de la gente. Lo que queremos es un país feliz. Lo que queremos es que se generen y se legitimen de una buena vez los mecanismos de representación para que sea el pueblo quien diga a sus dirigentes lo que deben hacer y no al revés.

Lo que queremos es que todas las luchas en curso prosperen, crezcan y se desarrollen, hasta liquidar el poder del dinero sobre la inteligencia, hasta liquidar la supremacía de la muerte sobre la vida.



Raúl Zurita, poeta.
Jorge Baradit, escritor.
Óscar Barrientos Bradasic, escritor.
Juan Manuel Silva, escritor.
Christiano, dibujante.
David Bustos, poeta.
Tania Encina V., editora.
Christian Formoso, poeta.
Camilo Brodsky, poeta y editor.
Ernesto González Barnert, poeta.
Soledad Poirot, ilustradora y dibujante.
María José Ferrada, escritora.
Ignacio Fritz, escritor.
Marcela Saldaño, poeta.
Leonardo Sanhueza, poeta.
Daniel Hidalgo, escritor y profesor.
Marcelo Pellegrini, poeta y académico.
Alejandra Bottinelli, académica.
Marcelo Arce Garín, poeta.
Jorge Opazo, dibujante.
Hernán Castellano-Girón, escritor.
Nancy Garín, historiadora del arte.
Simón Villalobos, poeta.
Eugenia Prado Bassi, escritora.
Guido Arroyo, editor y poeta.
Rodrigo Hidalgo, escritor y gestor cultural.
Varinia Brodsky, gestora cultural.
Alejandra Costamagna, escritora.
Alejandra del Río, poeta y educadora.
Carlos Henrickson, escritor.
Alberto Harambour, historiador y académico.
Felipe Moncada, poeta y editor.
Juan Christian Jiménez, sociólogo y académico.
Felipe Ruiz, poeta.
Carlos Reyes, guionista de cómic
Alvaro Bisama, escritor
Carla Mc-Kay, profesora de arte
José Luis Flores, escritor
Gustavo Barrera, poeta
Nona Fernández escritora, actriz y guionista.
Absalón Opazo, Poeta
Cynthia Rimsky, escritora
Jordi Lloret, poeta
Paulo Gutierrez, sociólogo y académico.
Juan Ignacio Colil, escritor y profesor.
Francisca Yáñez, ilustradora y diseñadora gráfica.
Constanza Román Ponisio, profesora de Historia.
Teresita Calvo, periodista y comunicadora.
Daniela Lillo Traverso, dramaturga, actriz y guionista.
Carlos Soto Román, poeta y traductor.
Víctor Fernández González, sociólogo.
Sergio Grez T., historiador y académico.
Gabriel Urrutia Galaz, fotógrafo aficionado.
Hernán Edding Durán, productor de cine.
Félix Vega, dibujante.
Macarena Urzúa, poeta y profesora.
Christian Aedo, editor y escritor.
Amanda Durán, periodista y escritora.
Gabriel Mérida, escritor.
Pablo Aravena, historiador y académico.
Marcela Reinoso Gajardo, bibliotecóloga y artesana de telares.
Francisco Ide, poeta y editor.
Daniel Rojas Pachas, escritor y editor.
Tite Calvo, ilustrador y diseñador gráfico.
Mario Sánchez, pintor.
Alejandra Pinto Soffia, poeta y profesora de filosofía.
Jenny Gonzalez Assis, Licenciada en Arquitectura.
Claudio Paredes Aguirre, grabador.
Patricio Gutiérrez Donoso, profesor.
Jaime Pinos, poeta.
Cristián Escobar, escritor.
Kato Ramone, escritor y artista gráfico.
Pedro Canales Tapia, historiador y académico.